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jueves, 13 de diciembre de 2018

A usted

Señora mía, la más preciada joya que baja el cielo a mi henchida gloria, solo para humillarle a este su necio sirviente la memoria, pues nunca en otra vida ni en esta, me he recordado algo más hermoso, que el suave brillo que de su piel emana.
Si a usted le place el verborreo de mis mundanos ruegos, aunque son simples modos viles de pretenderle en un cortejo, me halaga el presto comentario de su juvenil astucia, no le sorprenda tanto si el que le habla es mi alma sucia, pues ante la candente revelación del fuego oculto tras su argucia, me mueve el diablo a poseerle en las alcobas de mis sueños.
A prolongar su estancia con engaños hacia el alma, esa piel que se desnuda rompiendo paños, paz y calma.
Señora mía, yo se lo ruego, el besar sus labios será mi alivio; el rozar su espalda sentirme vivo y a puntas de lengua lamer su ombligo, besar sus nalgas desde el origen hasta su vado y si es que se afligen, tan solo eso será una parte de mi ensueño, que sus efluvios atrayentes aún cuando sean latentes y se deslicen tibios entre cálidos y ardientes, nunca serán suficientes para mezclarse con el agridulce sabor paciente de su beso apasionado, beso que de sus labios ya le he robado mientras soñando le tomaba... a usted.



@manuelbrito59
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