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miércoles, 13 de julio de 2022

En el principio: “Angélica”

 


  En el principio, uno siempre sabe quién es su persona amada, aún antes de cualquier inconveniente, sabe que de un supuesto último beso de consciencia, se le despegará lentamente porque ambos ya venían fundidos en el mismo cuerpo bañado en éter, cubiertos de sal y luna, se separan tan de a poco a poco cada chakra, que la línea indivisible debe ser invaginada a la mitad y reabsorbida hacia los ductos seminales por el otro tanto... Pero aún así, aunque se sueltan, se sostienen de los dedos con un roce, en espera de la tenue manifestación cabal de la transmutación oceánica hacia la dimensión no etérea, la más baja de frecuencia y energía, a la materia.

"No puede haber amor más grande que el amor que siente el alma por uno mismo", rezan consecuentemente los paradójicos y flamígeros mortales, que berreando entre las sales corporales de una madre y las huestes globulinas de su plasma, se debate en el ensueño de la quinta forma que ha dejado, siendo aún consciente de que en el tercer plano ha reencarnado... y sufre por su amor doliente, el que del otro lado ha dejado, hasta su próximo encuentro.
Inconsciente y sin poder hablar para comunicarse, identifica sin saber de lazos kármicos a unos padres, al crecer su forma humana se unirá a sus maestros de vida que habitan a otros seres dolientes y cercanos, encontrará afinidades y similitudes en algunos que reconoce porque ya había conocido en otras reencarnaciones hasta toparse por destino con su espejo al que quizás, llevando paso a paso el desbloqueo de las llamas, no le haya podido dar ni un abrazo. 
Porque para venir a este plano hay que recordar que: "Todo lo anterior vivido deberá ser descubierto y por lo pronto... enterrado, hasta su próximo despertar espiritual."

@manuelbrito59
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