Translate

domingo, 24 de febrero de 2019

Gelatina



--Jesús, ¿A dónde has ido?
-Me pelié otra vez con la señora del mercado
--¿Otra vez te fuiste al mercado de Santa Ana?
-Si, te digo
--¿Y que fuiste a hacer al mercado?
-¿Qué?
--Que qué fuiste a buscar al mercado.
-Nada, al mercado, pasé ahí por que tenían trabajo para mí en otro restaurante.
--Jesús, ya tienes más de 70 años, ¿No ves que te puede pasar algo?
-¿Algo? Ya me recorrí con esta bicicleta la ciudad, desde que estaba en la escuela caminaba por las calles del centro, así es como conozco todo Mérida. Me fui hasta Progreso a trabajar, ahí también se come lo mismo que acá.
--Entonces ya comiste.
-¿Qué?
--Que si ya comiste.
-Nada, no he comido nada, ya estoy fastidiado de lo que siempre hay. Todos los días trabajando en el mercado  desde hace 30 años ya me fastidiaron. Estoy harto de cochinita, relleno negro, lechón al horno; no quiero comer ni salbutes ni papadzules, ni panuchos, ni queso relleno.
--¿Y quieres comer algo?
-No, ya no se me antoja nada de eso.
--Pero es que tienes que comer algo, no puedes estar sin comer todo el día.
-Quiero ir más al rato a la corrida
--¿Allá vas a comer?
-Á zamare, ya que esté allá veo que pasa.
--¿Pero a qué horas te vas a ir?
-Son las 12 ahorita, mejor me voy de una vez; en bicicleta me voy a hacer 2 horas para llegar hasta allá.
--Esta bien, bueno, pues, cuídate mucho, Jesús, ya no estás para caídas.
-Adiós, ¡Há!, nos vemos luego. Cuando regrese solo déjame una gelatina en la nevera, para cuando escuche la novela de la radio en la noche.
--Esa que escuchas a todo volumen. Está bien, Jesús, ándale, nos vemos luego...



@manuelbrito59
Imagen web.
 In memoriam JALG

sábado, 23 de febrero de 2019

Prometí


Prometí llenarte del olvido
Sin santigüarme con tus besos,
Rezarte a plena oscuridad de alcoba,
Invocando nombres de otras diosas
Mientras en otros inciensos me revuelvo.

Prometí pasar de diva tu memoria,
Olvidarme de promesas en la historia;
Me dijeron que mi infierno sería gloria,
Comprometen mi cordura entre sus piernas,
Sujetándose a mi cirio con sus vulvas benditas.

Prometí recuperarme de tu ausencia
Aquella con la que me ilumina tu presencia,
Esencia etérea que me convierte en inocente;
Mi aura ardiente es la que te idolatra
Mientras me la desdeñas por ser tan impaciente.

Prometí por ello no seguirte siempre;
Hacerle caso a los ruegos
Que de otras voces, vienen en oraciones;
Plegarias ausentes de esa divinidad que emanas
Pero que siento reales por tenerlas en las palmas.

Prometí aún así, llenarte del vacío,
Allanarte el nicho
Y blasfemarte la sagrada morada,
Aunque tenga que ceder al vicio
De dejarme poseer por otra alma de la mía enamorada.

Prometí llenarte de mi olvido
Pero terminé buscándote entre mis cosas,
Rezando al cielo por tu vuelta con el alba,
Invocando al aire para que tus besos todos traiga
Mientras me guardo en castidad, a tu regreso.



@manuelbrito59
Imagen web

martes, 12 de febrero de 2019

¡Grasa, joven¡


-¡¡Ro-pausa-daqueven-da!!
¡¡Zapa-tosvie-josquecambie!!
¡¡Cachiva-chesytrasti-jos!!
¡¡Barati-jasymueblesviejosquecom-pre!!

--Mira a ese pobre hombre, Lucía, lleva años recorriendo las calles.
---A mí me da miedo, Estelita, ¡Me asusta lo que nos pudiera llegar a hacer!
----¡Ay! Ja, ja, ja, ¡Qué cosas dices, Rosaura! Llevo más de 15 años viviendo en esta cuadra y te diré lo mismo que me dijeron a mí, recién llegada:
"Aquí abajo, en la falda de la montaña, todas las tardes sin falta, en nuestra calle se escuchan una y otra vez los gritos y pregones del ropavejero.

 El hombre `viejo` vaga por todas las calles de nuestro vecindario arrastrando su carreta de madera que jala por todos lados, atiborrándolo de chatarras y demás basura, mucha de la cual en otras calles le venden y en otras más, le compran.

 Dicen que él creció a unas cuadras hacia abajo, por el camino a las granjas cerca del campanario y que de niño, le encantaba jugar al balón, que era muy sano y muy activo; eso todavía podemos verlo, aún es muy guapo, aunque no lo creas, detrás de la máscara que le ha dejado el tiempo, tenía un rostro tierno, con los ojos color miel que vivían enamorados de su amada y por más que se escondan atrás de su gran barba, los bigotes desaliñados y todo su vello facial tan descuidado no alcanzan a ocultarlos, aunque tapen toda la belleza de su varonil rostro.

 En su juventud era gracioso, pasaba del tiempo de basquetbolista a beisbolista, se hizo músico y actor, era un hermoso varón joven, muy gallardo al reclutarse en la Marina.

 Al regresar de ella luego de su estancia de un lustro, ya era toda una eminencia médica, imagínate que gusto era tenerlo, un gran médico militar al servicio de nuestro pueblo, dicen que él era muy generoso, cobraba lo justo y a veces hasta las medicinas te daba.
Susana, su esposa, lo sabía; por eso lo apoyaba en todo. Juntos abrieron el comedor y el dispensario, después los talleres escolares y el refugio del horfanatorio; él podía haberse hecho muy rico si dejaba el pueblo y se quedaba en la ciudad, pero dicen que a Susana no había poder humano que la convenciera de que vivir en la ciudad era una buena idea, por el contrario, ella creía que en el pueblo estaban libres de la ignominia y la fatua banalidad del egoísmo que atrapa a las personas, esa que hace que los que tienen más, traten a sus semejantes peor que a la basura que desechan todos los días.
Susana y el Doctor Sánchez se conocían desde la infancia, fueron vecinos, se querían desde chicos. Cuando Susana se mudó a la gran ciudad con sus papás, el entonces adolescente Omar Sánchez le lloraba amargamente a la virgen del Rosario pidiendo al cielo por su amada y por su pronto regreso.
Dicen que mientras los papás le lloraban como desaparecida camino a su escuela secundaria ella pudo florecer, lejos de la santidad, florecía en un burdel, su propio tío paterno la vendió allá. La nubil figura de la adolescente al tío encendía y hasta quemaba, al grado de secuestrarla para poseerla, lo cual ella, en su candida inocencia no alcanzaba a comprender, perdonaba todo por su inocencia al proceder pero su amargo y solitario tío solo la hizo padecer.

 Omar supo y se contuvo, no la pudo rescatar,  se lo impiden sus estudios y carrera militar; vuelve al pueblo y en encierro, le toma al tío la lujuria degollada para guardarle el racimo en la garganta y desollarle desde el ano como principio del intestino para jalarlo por completo hacia atrás, dicen que obviamente, aún estaba vivo el tío pero nadie se atrevió a hablar de ello jamás.

Así es como Susana encontró su libertad, al sacarla del tugurio nunca fueron paso atrás. Viajan juntos de regreso, viajan juntos sin parar, mientras ella sangra y llora pero es de felicidad.

Susana Hernández y Omar Sánchez se deciden a casar, aunque jóvenes ya pueden y lo deciden sin chistar.

 Dicen que de esto nunca hablaron, fueron chismes nada más, pero aquí recomiensan sus vidas olvidando lo demás; viajando harto, vienen, van; se dedican a quererse, a quererse así nomás y es entonces que la vida, sube y baja cual ruleta, los pone en una encrucijada más.

 Ella padece de un cáncer, provocado por bacterias, mal recuerdo del tugurio. Él se aferra a curarla, llorando a mares su miseria; es preciso repetirles que aunque médico diestro, nunca pudo combatirles, la fue perdiendo entre bacterias que no se dejaban hallar.

 Estudios siguen, pruebas de sangre, el pueblo entero se une a la pena y se acongoja, pasan diez años de sufrimiento en la pura espera de que el buen Dios su alma recoja.

 Desesperado, subió hacia el monte recomendado, pues le contaron que la chamana, la vieja loca de la montaña podía encontrarle a su fiel amada la cura, ya que maldita parecía su suerte y antes de humillarse ante aquél Dios inhumano el preferiría darle muerte aunque fuera por su propia mano.

 Sube, y sube, y sube; más la subida en aquella cuesta no viene sola sino en protesta, se encuentra al macho viejo cabrío que se le imposta en su libre albedrío y es el doctor, quien antes ecuánime y bien intencionado, baja del monte con un bote grasiento y un poco azulado, con el cual a su sufrida esposa embala y entre vendas enbalsama, toda la noche si es necesario; la tapa toda con las cobijas, le toma y le besa muy cariñosamente la mano mientras ella tiembla de frío de muerte y dice entremezcladas unas palabrijas, para descubrir al día siguiente que se ha quedado dormido, encima él ha puesto su cabeza entera sobre las manchadas sábanas de blanca seda, las cuales han sido de añil teñidas, la mujer hermosa y a la vez radiante al fin se ha despertado, con tan vigorosa actitud que él pasa pronto desde el asombro hasta sentirse el hombre más afortunado.

 La vida celebran y ofrecen festines, invitan a todos comidas y de todos confites, festejan la vida y el júbilo juego, terminando todo al enterarse luego, de que la chamana le dio al hombre tan cruel advertencia, el hechizo no es magia, es de grasa fresca.

 El hombre no dice, nunca lo platica, pero del horfanatorio cada mes, es más chica la lista; la gente comenta, el murmullo es más grande, pero nadie se atreve a decirlo al ver a Susana radiante.

 Al final de la luna, cuando cierra su ciclo, en las calles oscuras se oye el grito de un chico, un grito que desgarra como puñal ardiente; se asustan en las casas la buena gente del pueblo, no saben ni se imaginan aunque pudieran verlo.

 Se dice que con el tiempo, se cerró el dispensario, el comedero a cielo abierto y también la oficina del boticario; la gente asustada empezaba a emigrarse, preocupados por sus hijos perdidos cuando salían a embriagarse.
En un cuento en la taberna, dicen que se emborrachó el doctor Sánchez y cuando más borracho estaba, dicen que para enseñarles medicina a los alcohólicos se rebanó la pierna ahí mismo con un cuchillo,  que se hizo un gran corte, a la mitad del muslo, se lo abrió de la cadera a la rodilla moviendo muy alegre después su espinilla; se costuró la piel aunque andaba todo ebrio, para demostrar su ciencia, aunque la taberna ya olía a cerdo muerto.
Insiste el Doctor Sánchez en demostrar su 'magia', la cual se carga de muestra en un frasco de boca ancha y que también es de vidrio templado, con algo de vapor pero al tacto siempre es azulado; se procede a embarrarse, de esta manteca heredada, le agradece la receta a la vieja de la montaña.
Esta grasa pestilente, le ha cubierto la gran herida, pero para sorpresa de todos le ha curado enseguida.

"Es mentira" dicen muchos, "Parece grasa de venado albino", dicen otros; pero el buen Doctor les dice que: "No, esta grasa tiene que ser la grasa de un niño".

 Que se debe tener al niño con sogas  asegurado, para después extraerle el pellejo, es mejor si el niño en verdad está muy asustado; colgarle de pies y manos para evitar el desperdicio, arrancarle la piel muy a ras con cuchillo, jalarla tan pronto se libere del epitelial casquillo, la piel es desechada, alimento para los perros, aunque también será hechada al cacerol con los cebos, esos que se le cortan a los pliegues y a los bultos, bultos que siempre se forman debajo de la zona cutánea; se deshacen los lipos lentamente mezclados con polvos de hierbas extrañas al mismo tiempo son sazonados, más solo así se logra este remedio, para tener la vida eterna es menester caminar a veces sobre yerros.

 ¿Asustados los parroquianos? Claro que no, tan solo sueltan estrepitosas carcajadas, "Esos son cuentos de borrachos", pero el caso es que ella muere, por más que él quiera evitarlo, pues después de haberlo dicho, la manteca a su mujer ya no le estaba funcionando.

 Dicen que regreso a la chamana, a pedirle un auxiliar pleñidero, pero que ella antes ya le había advertido que todo debía permanecer en secreto.

 Dicen que de rayos y truenos se les llenaba la vista, que desde aquí abajo se veía tan nublado, que hasta se sentía gélida la gran ventisca.

 Baja el hombre nuevamente, con otro líquido endiablado; pero cada vez es más sombrío. Por su amada, él ha cambiado.

 Se oyen pregones en las calles todas las tardes, luego los infantiles gritos y lastimosos llantos todas las noches; lo que parecía una leyenda urbana sobre los niños perdidos a cada fin de mes pasó a ser cada semana, para luego hacerse a diario, hasta que se acabaron los críos en el vecindario.

 Persiguen al hombre, le dan una paliza, le incendian la casa para luego descubrir que desde una cornisa se podía contemplar sobre una cama al cuerpo inerte de la mujer amada, quien aunque muerta, seguía todos los días de mantecas azules siendo embarrada.
Incendiando todo al fin, la población cedió en su furor enardecido, para dejar moribundo y lapidado a un hombre desangrado, cuyo único pecado fue el haberse enamorado.

 Dicen que el díablo personalmente a curarlo vino, y que la chamana de la montaña se dedicó a cuidarlo, lo cierto es que... No sé tú,  pero si lo ves de cerca a mí me sigue pareciendo muy guapo"
--¡Vamos Estela!, Quizás y por fin ya consigas novio ¡¡Y es Doctor!!
---Están locas ustedes dos, pero sí que se ve musculoso desde aquí... No sé...bueno ¡Vamos!
----¡Dios! ¡Pero que locas están!

 El viejo vagabundo se detiene al momento que un pequeño bolero se le planta con sus escasos 10 años por el frente y señalando con su dedito a sus viejos zapatos de piel color azul algo gastados por el uso, exclama mientras acomoda en el suelo su cajón de boleadora: "¡Grasa, joven!"


@manuelbrito59
Imagen Web de: Renato Rognoni

lunes, 11 de febrero de 2019

Necedad

Desalentado por la vida
Sin ánimo batiente
De darle al esclavo la herida,
Mantengo firme el argumento
De soltar este tormento
Al que subyugo diariamente
A tu pobre,
Pobre alma empobrecida.

En pequeñeces te reblandeces,
Y en consecuencias,
Las más profanas cual suripantas, Hasta enterneces.

No es consecuencia tu mala memoria
Es un eximio falaz de tu pequeña obra,
La cual te acongoja del alba a la aurora
Con la cual te reflejas a plena conciencia.

Un gusto salado me queda en la boca,
Le he robado el tacto
Y también el gusto
No solo a su cuerpo también a su alma.

Perdió usted la calma,
Se puso un buen susto,
Más no me atiborre
De su verborrea,
No influyen sus santos
En mi alma atea.

Cual fiel monaguillo,
Le robe el membrillo,
Oscuro con dulce y salado
De su cuerpecillo.

Contemple señora,
Desde la vieja otrora
Temporada inocente
De un amor doliente,
A quien perdió lo paciente
Con su desdén incipiente
¿Y ahora me pregunta por mi afán indecente?

No lo haga, suplico,
Que no es por placeres
Que le déje ahí el nido;
Es sólo que aquí el fastidio
Es quien por fin me ha ganado
(Aunque sea un desatino).

Y desalentado prefiero
El invierno en solitario
Con un cruento pasado,
Que una vida de mentiras
E inseguridades
Por la necedad tan sólo
De seguir a su lado. @manuelbrito59 Imagen web

En el peor momento


Y en el peor momento de mi vida se le ocurre al destino atravesarme en tu camino.

Como si tú no fueras lo suficientemente grande, como una estrella tan brillante e inalcanzable; me dejas con la boca seca, de un gélido sudor lleno y con la cabeza en paranoia hueca.

El perseguirte ¿Para qué? Si al renunciar a ti acepto el hecho (que no he dicho pero que demuestro sin haber hablado), el simple hecho de que sin querer (y a pesar de que me lo has pedido) de ti me he enamorado.

Aquí es hoy, que entre sinsabores, cuasi quebrantos, ¿para qué me miento? (pues sí, si hubo uno que otro llanto), entre mis restos me cobijo en el medio de un baldío al que últimamente me da por llamar "hogar'.

Y es en estas conclusiones, antecedidas por cavilaciones, en las cuales me sumerjo en la experiencia de contemplar tu mano, tal cual fetiche un poco insano. 

Es detrimento de mi descontento, el recordar tu rostro sonriendo y aquella mirada tenue tan límpida y sensible, en la cual el tiempo se pierde cada vez que te contemplo.

Eres tú y a veces yo, pero ésta espiral imberbe, con lo lampiña que es mi suerte, me deja anclado a dos aguas, la una que del cielo baja y no ah cedido cual si fuera mi celoso vigilante y la otra, ¡Madre mía!, la hondonada que los resguarda bajo su oleaje de palabrerías interminables que basándose en soluciones huecas buscan la mejor salida a una simulación de vida, más todo lo que me vomitan encima es falso, a fe mía.

Aún con todo y el par de manos vacías, la línea dura de tu miel pura, me incita al trote y a brincar del mote para buscar entre tu carne mi guía.

Seguir con ánimo a tu alegría para encontrarme conmigo mismo y dejarme llevar por tu algarabía, ya que cuando la pelea parecía perdida, sin hallar el sentido de nadarle cuesta arriba, se ha despertado la flama que dentro mío dormía seguía... y todo porque se le ocurrió al inclemente destino, atravesar sin avisarme por tu camino, en el peor momento de mi vida.



@manuelbrito59
Imagen Web