Translate

sábado, 30 de noviembre de 2019

Cosas de doctores


-A mi no me importa lo que tu pienses-dijo Ramiro a su hermana Gertrudis antes de poner el bote de alcohol vacío en el piso.
-Es que eso no te corresponde-Le respondió la mujer cuarentona mientras tapaba el rostro pálido de su madre recién fallecida.
-No quedamos en eso, Geras, dijiste que me lo guardabas para el café después de esto. - Seguía alegando el hombre al tiempo que guardaba su equipo médico de mano en su maletín.
-Sabes que estás mal, pero eres un necio- replicó la mujer mientras envolvía el cuerpo de la fallecida sextagenaria. - Ayúdame de ese lado, vé que no se caiga, ándale. -
Acomodándose las gafas, el doctor Hernández dejó sus cosas en el taburete junto a la lámpara de noche y estiró la sabana para cubrir el cuerpo. - ¿Porqué nos tenía que llamar a nosotros? - preguntaba en voz alta. Ambos daban vuelta al cuerpo de la anciana para dejarlo envuelto en una blanca manta.
-¿No supiste que Él dijo que lo haría si ella firmaba? - le informó la especialista en pediatría refiriéndose al padre de ambos que había amenazado con matar a su madre un mes antes.
-La verdad siempre lo he pensado. ¿Porqué a nosotros? - preguntó el doctor de nuevo, ya enfocando la mirada en los ojos de su hermana buscando un indicio de respuesta.
-Como si no conocieras al viejo. Mañoso hijo de puta- Su tono denotaba la furia contenida por los años.
-Aún no le perdonas sus palabras ¿Eh? "Nunca serás nadie en la vida con tu sentimentalismo" -  Recalcó el especialista en cardiologia.
-No. Nunca. - dijo ella.
-Debiste hacer la crujía a tiempo, hermana - Le dijo en tono de lejano reproche - Quizás eso lo hubiera ayudado a librarse de sus achaques.
-No estás pensando en él, estás pensando en tí - Ella jalaba los pies de la mujer cubierta para asentarlos juntos.
Pusieron el cuerpo sobre una camilla preparada para el traslado. La llevaron hacia la habitación de la casa que su madre destinaba como su cuarto de costura.
La acomodaron sentada en su sillón favorito al bajarla de la camilla.
El doctor había reemplazado toda la sangre de su madre con un compuesto de formaldehido salino. Ella maquillaba el rostro de su madre y las costuras en el pecho, no quería que se notaran tanto después de la apertura en "Y" de la necropsia.
Ambos dejaron a la anciana en una posición tal que parecía dormir después de leer el texto de su libro favorito "Maquiavelo".
-Le llamaré para que venga - Dijo el Doctor tomando su teléfono.
-¡Quiero ver su cara de imbécil!- Agregó ella imaginándose la escena.
-Espera, espera- Le indicó con una seña en la boca que guardara silencio mientras contactaba al padre de ambos...

El viejo gruñón había estado bebiendo desde que le comunicaron sus hijos el fallecimiento de su esposa por un súbito infarto la madrugada de aquel día, por ello estaba en el mismo bar toda la tarde desde que lo supo.


-¿Y quieres que venga el viejo? - preguntó a Gertrudis.

-Sí, quiero ver su cara de amargura por última vez, como una bonita despedida.
-¿No cambiarás de opinión, verdad? - habían tomado por resolución el suicidio mutuo al fallecer la anciana, el saberse huérfanos de madre era una idea que ninguno podía sobrellevar tranquilamente.

-No te tardes- Dijo la doctora al teléfono para poner la llamada en colgar.

-Vendrá rápido, ya se lo está paladeando- Aseveró el galeno mientras dividía vaciando en tres vasos de vino rosa el polvo de 600 semillas de manzana que estuvo triturando en su mortero la tarde anterior.
-Prefiero pensar en que su mayor regocijo será nuestra ausencia- Dijo ella con la mirada ausente mientras preparaba dos tazas de café y chocolate.
-Pienso que en el fondo siempre tuvo miedo de nosotros- Contrastaba Ramiro la ideología de su hermana menor -Mucho miedo de ser... Un padre... Y nos hizo a un lado aún estando nosotros con él y pendiente de él todo el tiempo.
-No era necesario que nos machacara la autoestima a gritos todo el tiempo- mencionó ella como si lo dijera para sus adentros mientras se servía medio taza de Kalua y la rellenaba de un humeante café arábigo.
Ramiro hizo lo mismo.
Ambos tomaron las copas entre sus manos y brindaron chocando los relucientes brillos rosáceos.
-Por una buena madre - brindó ella
-Por una vida llena de remordimientos-dijo él

Bebieron de un sólo trago el alegre pinot grigio, era importante disfrutar el café no el vino.


-No, Geras, mi querida Geras, no era necesario--respondió al fin Ramiro -No era necesario que se ensañara con ella cada vez que sus frustraciones le negaban pensar con claridad. Ni tampoco sus berrinches ni su descarga contra nosotros cuando pequeños-

-O en la adolescencia, recuerda eso -agregó la doctora - Nosotros lidiando con nuestras inseguridades y él apaleandonos con lo primero que tuviera en la mano.-
-Lo sé, no tuvo razón de ser ni de hacer- a completó el doctor al tiempo que invitaba a su hermana a proveerse de galletas para acompañar el café.

-Vendrá a la hora de costumbre- dijo ella, paladeando la mantequilla de las crujientes galletas

-Entrará y veremos de nuevo su cara, esto no me lo pierdo así lo vea cien mil veces- dijo el llevándose a la boca un sorbo de café.
-Se detendrá a lloriquear en la puerta antes de entrar, maldecirá a Dios y a todos los Santos-agregó ella. -Azotará las cosas de afuera, las sillas y tintineando las llaves abrirá despacio sin entrar-
-ja, ja, ja, ja, - reía el hermano - entonces sí se arrepiente... Lo sabe, sabe lo que hizo, sabe que nos exigió de más y cuando se decida a entrar se irá directo a verla a ella, directo con ella y se quedará tendido sobre donde estaba ella, llorando-
-y borracho, otra vez--anexo la doctora dejando caer su taza vacía sobre el piso de duela vieja de la vieja casa
-borracho como cuando nos azotaba por no estudiar - dijo el doctor en un tono más somnoliento, llevándose una mano a la frente para cubrirse los ojos y lanzando con la otra su taza justo a la puerta de entrada donde se encontraba por fuera un hombre de edad avanzada llorando y maldiciendo.
El hombrecillo entró después de un rato de aporrear las cosas de afuera.

  El abatido sujeto emanaba alcohol por los poros de la piel. Sus gruesas lágrimas decoraban los ojos parcialmente nublados de carnosidades con los cuales recorría el interior vacío de la sala de estar. Se dirigió tambaleante como cada noche a la recámara de su extinta compañera de vida para apoderarse de las viejas prendas que le hacían vivir tan dolorosos recuerdos.

Hincado sobre el piso dormitaba sobre la cama hasta escuchar las voces de sus hijos en su cabeza.

  Ninguna de ellas decía nada en particular, pero se dirigió a la mesita de estar donde los encontraron muertos al ingerir sustancias tóxicas, vino y café.


  Parado como de costumbre, el viejo boticario aún no se decidía a beberse la tercera copa de Pink Moskato que seguía esperándolo desde hacía seis años atrás.


  Hoy se sentía con la fuerza suficiente para levantar la copa entre sus dedos, pero decidió paladearse a fondo la copa servida de aquél añejo vino rosado.





@manuelbrito59
imagen web

No hay comentarios.:

Publicar un comentario