Translate

domingo, 27 de octubre de 2019

Mía


#PremiosLovecraft2019 🦄😁
"Mía"

-La pequeña es mía - gritaba Daniel a los gendarmes cuando estos trataban de arrancar el pequeño bulto entre sus brazos.

--Ya suéltelo Señor Anidas, ya conocemos esa historia--le replicó el patrullero mientras sus compañeros le tomaban acompañamiento para inmobilizar al viejo, esposarlo y subirlo a la sucia batea de la patrulla 82060.

  Los vecinos de la colonia Herreros estaban más que acostumbrados a las peripecias que le acontecían al anciano que llevaba varios años deambulando solo por las calles cargando una envoltura compuesta por un montón de trapos y ropajes viejos.

  Impávidos, los curiosos veían alejarse a la patrulla, sin prisa, sin ruido, sin sirenas. Sabían que pronto verían al viejo de nuevo.

  Más de diez años atrás, casi quince para ser exactos, al cumplirse la noche vieja de San Juan, su entonces novia Jazmín, resultó embarazada de un extraño merodeador que la forzó a complacerlo en sus íntimas necesidades, mientras en el aquél entonces joven Daniel Anidas yacía inconsciente en el piso mientras sangraba por la sien tras el ataque artero de aquel oportunista visitante.

  Se dice que pasado el mal rato, Jazmín no pudo soportar el hecho de resultar embarazada y buscó a la enfermera de moral divergente conocida en el hospital local como "la espanta Cigüeñas".

  Daniel soportó calladamente el doloroso incidente y pasó el embarazo aceptando los eventos como deseos del altísimo. La quería demasiado. La quería hasta idealizar la grave situación al grado de cuidar de su embarazo y aceptar a la nueva creatura como propia.

  Al enterarse de los planes de Jazmín, el muchacho tardó en asimilar la situación y comenzó a desvariar deambulando por las calles del poblado y de su casa preguntándole a la gente que se le cruzaba si podían decirle un nombre para su hijo, ayudarlo a escoger el nombre más adecuado- Es que ya está por nacer-les decía.

  La gente medio entendía y no entendía mucho de su gran pena. Siempre se mantuvo en secreto el ataque, por el pudor de los padres de Jazmín. Tanto fue el secreto, que Daniel se tomó en serio la responsiva y se casaron a los pocos días de la tragedia.

  Pero ahora habían pasado ya seis meses, por lo cual todo estaba dando vueltas en su cabeza y entre las vueltas que daba, se supo que le mintieron sobre el lugar donde "Mimí" la espanta Cigüeñas trabajaba.

   Se la pasó buscando y recorriendo calles de arriba a abajo tocando puertas. Puerta tras puerta. Una  caritativa (o malintencionada, depende como lo quiera ver uno) respuesta le menciona un lúgubre callejón al que solo le ponían atención los vagos, adictos, borrachas y malvivientes.

  Se internó por la penumbra que avanzaba cubriendo las calles tras caer la noche. Era de suponerse que estaría tocando y gritando que se le diera el acceso, pero no... No estaba consciente aún, tenía la mente ofuscada... Y se les dejó ir encima con un automotor que cogió camino al "Centro de rehabilitación".

  Las paredes de la entrada cedieron bajo el peso y la fuerza del impacto. La desvencijada puerta de acero verde moteado seguía retorcida bajo el motor del vehículo que comenzaba a escurrir sus líquidos sobre el viejo mosaico marfileño.

  Daniel bajó con fuerza, y dando brincos sobre el vehículo ignoró a las personas que había aplastado en aquella sala de espera haciendo oídos sordos a los lamentos y exclamaciones de socorro.

  Avanzó hasta lo que parecía un anfiteatro, empuñaba un escalpelo recogido de una bandeja de paso.

  La escena era simbólica. Su antes novia y ahora esposa se encontraba tendida boca arriba y  desnuda esperando que todo saliera como en su mente había visualizado que sucedería. Mimí ya estaba con su atuendo celeste de cirugía acompañada de dos ayudantes y una más que le aplicaba anestesia epidural a la paciente.

-¡Te amo Jazmín! ¡A ti y a mi hijo, Jazmín!  ¡Nuestro hijo...!- gritó engreído cortándosele la voz por el llanto.

  Y ella sin poder moverse.

  Se dice que desesperado por la escena, se le fue encima a la enfermera Mimí con un escalpelo y sujetandole el cuello con el brazo le puso el filo en un ojo.

  Le ordenó que terminaran de abrir a su mujer para liberar así a su hijo.

  A Mimí le costó el ojo derecho y un corte en la yugular, a sus primeras dos ayudantes... La vida.

  La tercera, la enfermera Romero, con la mano temblorosa le hizo a la embarazada el corte necesario para liberar a la creatura que resultó ser niña y, poniéndole Samantha por nombre, se apresuró a limpiarla mientras Daniel forcejeaba con las otras mujeres y finalmente, mirando la locura en sus ojos, le extendió los brazos para entregarle a la niña "viva" envuelta entre varios paños y semisecos trapos blancos pero ensengrentados y una descolorida cobija a Daniel, quien ofuscado por la pasión y el fragor del momento, la cogió fuertemente apretándola contra su pecho para salir corriendo de ahí con rumbo desconocido.

  También se ha dicho que, después de correr varias cuadras, cayó hincado a una calzada y sobre sus rodillas avanzó un par de metros deteniéndose al llegar a las puertas de la iglesia de la Virgen del Carmen.

  Dicen que una tormenta se desató con fuerza en ese momento, relampageando en medio de la oscuridad celeste por los gruesos nubarrones que cubrieron la ciudad.

  La lluvia cubría su llanto pero no sus gritos lastimeros al descubrir el engaño que había sufrido, su hija no estaba ahí en sus brazos.

  Se dejó caer sobre el encharcado piso de concreto. Se dejó llevar por la frustración del cielo. Se dejó morir en vida. Se dejó a sí mismo desfallecer ahí.

  Cuentan que unas monjas lo recogieron desmayado en medio de la lluvia torrencial para darle cobijo en aquella iglesia. Mas no despertó por un par se semanas y en cuanto pudo se dió a la fuga de aquel lugar para buscar de nueva cuenta a su creatura.

  Lo encontraron gritando el nombre de su amada, gritando el nombre de Samantha, gritandole sus penas a cualquiera que se atravesara.

  Regresaba a su casa, volvía a la de ella. También buscaba por los hospitales y tan sólo se detuvo de buscar al regresar a las puertas de la iglesia que lo había acogido.

  Se ha dicho que rezaba día y noche adentro y por fuera de la iglesia hasta que su aspecto vagabundo comenzó a dar paso al actual personaje que un día de esos se encontró una muñeca plástica que envolvió entre trapos sucios y roidos adoptándola tiernamente.

  Han pasado ya tres lustros desde aquel lamento pero Daniel Anidas sigue vagando con su muñeca en brazos gritando a la gente que le topa por las calles: - ¡Samantha es mi hija! ... ¡La niña es mía! -

  Si tan sólo hubiera regresado a buscar a la enfermera Romero quizás tendría un buen traje de fiesta y una copa en la mano para el festejo de una quinceañera.

@manuelbrito59
Imagen web

No hay comentarios.:

Publicar un comentario