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miércoles, 9 de octubre de 2019

Para Elisa


   Amanecí otra vez, con el zumbido en los oídos. Ojos cerrados, apretando fuertemente ambos párpados. Me llevo ambas manos a las sienes mientras dejo exhalar un lastimero y prolongado alarido.

   Desnudo me encuentro en este sitio tan vacío. Reconozco el piso, el manchado concreto aceitoso. Paredes grises retocadas burdamente con grafitis que sobreviven a las décadas que llevan estas columnas sosteniendo este puente.

   Otra mañana aquí, despertando desolado por la pérdida inhumana de tu ansiosa codicia, la misma que me dejó en la calle tras poner tus infames artes amatorias como pago a tus abogados. Bruja maldita. ¿Cuándo me di cuenta de tus intrigas? Para ser una vulgar cualquiera, en verdad que el fraude en tí es un arte, ya que engañas a cualquiera.

   Delirios más, delirios menos. Me muevo inquieto sostenido por mis temblorosas piernas. Me aposto con la palma de mi mano sobre alguna superficie lisa en donde mejor atino a toma asiento. Mi respiración se corta por el frío asiento que aturde mis nalgas.

-¡Maldita seas, Elisa!-pienso en voz alta mientras por el impulso reflejo de mi cuerpo salgo disparado hacia un costado, justamente en donde me falta el brazo derecho.

   Caigo con las barbas barriendo el polvo. Cierro los ojos para que la vaporosa nube no me ciegue. El pecho y la barbilla se me azotan decorándose de mugre.

   La lluvia cae sin poder evitarlo. Pienso que fuerzas cósmicas y misteriosas me han sometido a este lamento. Me niego mentalmente a aceptar y mucho menos digerir esta derrota, no a manos de quien dije sería el centro de mi universo.

   Tumbado al suelo, los relámpagos me iluminan el trasero. Las graves gotas se deslizan y las sombras de la noche reaparecen al compás del grito de los truenos, que parecen condolerse de mi llanto. Lo bueno de la lluvia es que se funde con el resto.

   Prefiero no moverme, saborear el polvo amargo que quedaba en mi garganta mientras aspiro la tierra húmeda mientras todo se convierte en lodo y me salpica el cuerpo frío.

   Recuerdo entrecerrando los ojos tus gestos, tratando melosamente de convencer a este tonto de que las historias que se publicaron en la sección de sociales de los periódicos eran falsas noticias, cosas de los medios, siempre buscando y solazandose de los deslices y amoríos de la gente decente. Al menos antes te creía, mirando tus ojos de picardía se me olvidaba el mundo. Solo quería verte feliz, aunque feliz no es algo que supieras sentir.

   Vuelvo a quedarme dormido con el murmullo de las gotas que tamborilean en el piso superior del puente, y es todo cuanto escucho.

   El frío de las cadenas en mis pies y cuello me incomodan y despiertan. Atino a rodar sobre mi costado y apoyando mi espalda al suelo contemplo la oscuridad de este agujero al cual me confinaste tras asegurarte de tener mi firma en la cesión de mis posesiones a tu nombre. ¿Pensarás que no me di cuenta? Quisiera decirte que eso no me importa nada, que te dejaría hacer conmigo lo que quisieras pero... Creo que esto ya te lo has tomado en serio, pues has hecho de mi vida un verdadero basurero.

  Absurda forma de concluir la vida. Tras construirme una pequeña fortuna para que tú, alimaña absurda, me la quites con esta cruz.

 Profusa enana, llena de melancolía, ya pasamos la pendiente, pequeña hija de mi tía. Ahora es cuando me arrepiento de soltarte el encanto, de cambiar por azucenas todo el rigor de tu vida arriera cuando por destino solo me diste, puro basto de corona.

  Aspiro el aire, mantengo húmedos de lodos mis dos labios y mi vientre. Veintitantos años tienes, Veintitantos y otros más, pero no los aparentas, mueres por curiosidad.

  Es aquí con frío en la espalda, que planeo con tus rencores, perdonarte como un macho y vengarme como un hombre.

  Oigo pasos y me incorporo. Apesta todo a inodoro. Sigo desnudo, ya no hay decoro; solo la furia. Una emoción (que controlada), me ha de sacar de esta húmeda posada. Más no sin antes buscarme a tientas por el suelo, un grueso anillo cuya pérdida es la que me espanta. Procuraba darme ánimos leyendo su inscripción interna, en donde nuestro anillo de compromiso eterno venía con mi nombre precedido de un: "Con amor sin tiempo para... " y ya no está.

   Los pasos escaleras descienden. Se acercan sin prisa, yo haría lo mismo. Aquí no ha pasado el tiempo desde que compramos esta finca adjunta a la carretera abandonada. Sitio fantasma. Un alma en pena. Tan muerto todo como la esperanza de un rescate.

   Dos tipos de enorme tamaño han venido a buscarme. Me jalan cadenas, me sueltan azotes. Me hormiguea el brazo izquierdo por el peso del gordo sujeto que me mantiene en el suelo mientras me lo aplasta con su gruesa bota negra de militar contratado.

   El otro tipo las piernas me muele a patadas como si no es escuchase la letanía de maldiciones que a su madre y hermana profiero. Par de tarados. Como quiera que sea, ellos solo son un par de mugresos que vienen por hacer un mandado.

   Y a expensas de mirarte por el rabillo del ojo, aunque bañadas las sienes en sangre me imagino que vienes a verme ¿o es que eres tu en un vestido rojo? - ¡Qué perra tan puta!-Expreso a tu esencia; que si eres fantasía te grito desde mi agonía y que si eres verdadera, mira que venir a verme... ¡Qué perra!

   ¡Vive Dios! - Exclamas ante mí con tu boca blasfemia, esa boca que recuerdo mencionando al todopoderoso altísimo mientras abrazaba el falo efecto de mis anteriores erecciones. Cosa lamentable ya que de estar en más conciencia no lo hubiera permitido, pero estábamos en otra situación, una en donde no se me pasó por la mente tan elaborada traición.

   Tu boca se acerca a la mía. Me excretas un beso que me repulsa, ya no eres de mis entrañas el alma mía... ¿O sí?

   Me hallo besándote de vuelta, ahí desnudo, adolorido y ensangrentado, sabiendo que por tu parte para mí el mundo se ha terminado me dejo llevar por la calidez del momento que me absorta de mi cuerpo sanguinolento para olvidarme de todo.

    Siento tus uñas clavarse duras atrás del cuello, justo en la nuca. Los tipos jalan mi cuerpo desde ambos brazos, de lo que queda de ellos. Me mantienen parado al tiempo que das un paso atrás para cercenar mi orgullo de macho herido, moribundo, perdiendo ante tu palma la tripa maldita de la hombría, la que alcanzo a entender que nos trajo hasta aquí al escuchar entre los destellos blancos que aturde mi cabeza para no sentir dolor: "Querido tío, me lo llevo porque él fue y no tú, quien en mis tiempos de ternura y lozanía, arrebató en febril ataque a mi inocencia toda esperanza de una vida de decencia y me convirtió en una desesperada e insatisfecha ninfómana de nueve años, que tirandose a los vicios y cualquier falo de chicos dio sin rumbo al mundo la facilidad de su cuerpo y ahora cobro con el tiempo la cuenta pendiente que tu amor ardiente había dejado inconcluso. Querido tío".

  En su mano levantada, donde brillaba el grueso anillo de matrimonio, mezcla de sangre, oro blanco, oro antiguo y oro rojo, tenía entre los dedos mi varonil despojo, escurriendo color rojo, cual mermelada de fresa fresca y lo agita y balancea ante mis ojos.

  Aspiro desesperado una bocanada de aire antes de que termines de llenarme la boca con las bolas recién cortadas de mis testículos aun tibios, aun calientes. Tantos años de cuidarte, tantos años de amor paciente y así me pagas, maldita ingrata, con dolores y agonías.

   Me pegas cintas sobre la boca, siento la asfixia en la derrota. Un cuento amargo, más que un delirio. No supe de mí, no supe de tí, no supe de nada.

   Desperté en un momento, me di vueltas en seco. Me encontraba vestido, con pijama de cuadros, color rosa con negro. Tan mullida la almohada como acolchada la cama. Los calcetines de unicornios me cubrian los pies del frío. Mi largo cabello de me enreda entre los labios. Lo acomodo para no masticarlo y escucho abrirse la puerta de este cuarto por el rechinar de las bisagras.

   Se me acerca un tipo, algo mayor pero algo me dice que es un personaje conocido. Se acerca a verme, me hago el dormido. Aunque esto no me ayuda con su manoseo, ahora caigo en la cuenta de que con sus toscas manos bajo la pijama me acaricia torpe y frenéticamente los incipientes senos.

   A media oscuridad caigo en la cuenta, de que tengo cerca de ocho años, tengo vagina y dos mas hermanos. Pero él... Él es mi tío, y desliza y me saca a media piernas la pijama para cometer su ataque mientras me mantiene callada con su palma en mi boca y la otra mano en mi pelvis. Sigue y se mueve como Elvis. A luz y sombra veo su rostro. Rostro de hombre maduro pero entre el entrecejo veo a este tosco y torvo carpintero que aun huele a alcohol corriente una mirada que ya de antes reconozco... ¡Elisa, es ella! Así es el hombre.

   Su mano bruta me clava sus dedos, me lastima el vientre con lo que tiene en ellos y lo veo sacarlos y chupando mis fluidos mientras veo que con ellos brilla el círculo metálico de oro blanco, oro antiguo y oro rojo. Son memorias del pasado.

   Me deja "en pago" entre los dedos un anillo igual, con una inscripción por dentro. Lo que me duele es mi vulva hinchada y otra vez se me ha venido dentro. Me limpia y me viste. Aquí no ha pasado nada. Me besa en los labios, yo sigo "dormida". Empiezo a desear que aparezca mi tía, más nunca lo hace.

   Atraviesa la puerta y la cierra del todo. Siento las lágrimas gruesas rodando en mis pómulos, entonces así sé que lloro.

  Abriendo la mano miro su "regalo". Leo atentamente la inscripción que por dentro, grabada viene con mucho talento. Sé que esto debe ser tan solo otra pesadilla, no puede ser que por dentro diga: "Con amor sin tiempo para Elisa" ...




@manuelbrito59
Imagen web




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