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miércoles, 13 de octubre de 2021

Haciéndole el amor a tu ombligo. Toma 1.


   Me fui cociendo entre las telas de una almohada blanquecina, una entre colcha algo infantil y una cobija algo salvaje (Por supuesto que en el fondo yo contemplo que al Superhombre y al tigre de bengala estampados, este mi ligero desdén por su pérdida de coloridos no les ofende tanto como mi diestra habilidad por echarles cuantiosas cantidades de cloro en cada lavada. ¡Oh, sí!).

   Ahí me encontraba, tan solazado por las actualidades en redes sociales, que contenían fervientes abucheos al sistema político, al engreimiento del sector privado, a los espasmos imaginarios de alguna mujer posteando sus capturas de pantalla con algún fulano que, contratándole la compañía por algunas horas le haya podido engañar vilmente para zafarse del pago prometiéndole una casa y regalarle un coche... ¡Jesús me ampare! ¡Pero qué necesidad de exhibirse como dama de compañía! 

   Aunque me quedé pensando que mi ex compañera de marketing podría aprenderle dos cosas a esta inmodesta suripanta; porque Zafiro, que hacía decía llamarse la trabajadora sexual en cuestión, supo atraer los más de mil botonazos de "me gusta" con los arrebatos furiosos de su pasión mal pagada... La otra cosa tan sencilla de hacer fue la exposición pictórica de un macho venido a menos por el aparente problema de gasificación estomacal. Soberbio el tipo, con una cara de caballo malencarado de nacimiento y su desprolija barba entre gris y encaneciendo, supo pastorearse a una loba desalmada, acostumbrada a lo que dijo ser su "peor experiencia en 15 años" de sus evidentes andares y chanzas de su prominente profesión.

   Y es que entre profesión y profesionales, Zafiro agregó los tamaños absurdos y comparativos de nuestro vecino conciudadano presunto dueño de algo así unos 10 centímetros, por lo cual ella argumentaba que ante tan pequeña ofensiva le resultaba hasta risorio que pudiera cobrarle más por el servicio que por su delicada y maquillada presencia. Por lo que terminó haciendo lo segundo; tarifarle por la compañía en un bar/restaurante, siendo ambos dos presentes y divirtiéndose más con la degustación y sano esparcimiento del comediante en actuación de aquella noche.

   El fino tipo, en una de las gráficas, con su perfil palomino se sujetaba firmemente con una mano a la cintura de la belleza desnuda de aquella mujer, medio mulata, medio lampiña, medio desnuda y medio apendejada por los tragos del bar anteriormente mencionado, que en palabras de ella pues, cito: "Si no estuviera borracha no me agarra de su pendeja".

   Evidente es que, al señor fino le habían llegado al precio, se expusieron sus candentes charlas, sus arrumacos en el baño, su feliz encuentro íntimo en la intimidad intimidante de un hotel de poca estrella (eso era obvio por lo desgastado de los muebles por su excesivo uso... O el tiempo inextinguible en esos sitios por que yo recuerdo haber visto que son los mismos que tenían cuando una vecina... ¿Qué?), como sea, estaba muy jodido el lugarcito, algo conocido y socorrido en el centro de la ciudad.

   En sus fotografías todos los chismosos del grupo "Que toda la Playa se entere" nos divertimos reconociendo a tan avaro y lengua larga empresario balconeado sin miramientos. Pudiendo sentir algún tipo de escalofrío recorrer mi espina al constatar por la última línea de aquel suculento mensaje enviado directamente a su esposa Eulalia.

  En estos tiempos de portentos tecnológicos la gente tiende a comportarse cada vez de la manera más extraña, ya que anclado al cuerpo de Zafiro; el viejo raboverde, el tan buen señor y respetable veracruzano, el quesque Ingeniero Navarrete, había logrado engañar al trasvesti que le reclamaba el pronto pago por el servicio prestado.

   A todo ello la señora Eulalia, esposa del susodicho, prefirió cerrar su cuenta en Facebook al darse cuenta de los gustos tan culinarios de su marido. 

  Mi café ya se enfría, el pan tostado se me acaba, los chismosos me quitarán más tiempo leyendo porque suelen ser más divertidos que la triste historia del Israel y de Zafiro.. No lo sé, total, es sábado y el gordo Nermal no me deja parar aún, con esa costumbre que tienen los gatos de dormirse encima de uno cuando lo ven que está muy cómodo.


@manuelbrito59
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