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domingo, 13 de enero de 2019

Helo aquí



--¿Como pretendes viejo amigo,
que podamos arreglarnos?
Su situación es turbia
y no se muestra disponible--.
-Tranquilo, viejo diablo,
No debamos despeinarnos,
Tú tienes ventaja aquí en la historia
Y eso te hace invencible-.

--Al menos estás de acuerdo
Y aunque él no pueda vernos
Su corazón aún no se enfría,
No dudemos en hablarle--.

Es entonces discutiendo
Que se encontraban aferrados,
Diablo y Ángel alegando
De los yerros de aquel hombre
Y también, de sus aciertos.

Discusión acalorada,
Pues por tensión tenían de encargo,
El de llevarse al incipiente
Portador enamorado,
Cada quien a su morada.

Nada escucha el buen sujeto,
Quien postrado sigue orando,
Abrazando la mirada,
Perdida ausente de su amada.

A quien baña intermitente
Con sollozos y plegarias,
Exigiendo gravemente
Al altísimo las áureas.

Cosa extraña y bien sabida
Que por la vida sacudido,
El pobre hombre malo ha sido,
Por no tener alternativa.

Recorrió los bajos valles
Entre las oscuras calles,
Dando muertes a placeres,
Se satisfacía en estos menesteres.

Viajaba sola, incriminatoria,
La muerte vestía blanca seda,
Tan brillante como la luz de la Aurora
Y sin embargo, tenía memoria.

En sus andares pintorescos
Recordó un tiempo grotesco,
Donde por llevarse a un par de padres
Dejó a su suerte a un niño,
Por voluntad.

Más nunca le dio importancia,
Pues la muerte en su fragancia
A la vida da elegancia,
Pisoteando con flagrancia,
Del hombre la vanidad.

Y es así como en verdad,
Amparándose en el fallo,
De aquel hombre que antes niño,
Destellábase un cuchillo
A diestra, siniestra y por maldad.

...Y...

¡Helo aquí!,
Como todo furor que viene en bragas,
Se detiene en cosas vagas
Que no llenan la ansiedad.

Pues recorre el hombre llanos,
Cuencas, valles y otros lados;
Protegido por la suerte
De quien le salvó: ¡La Muerte!;
Todo... hasta ver sus ojos claros.

Más la encuentra en un suspiro,
En un arranque de locura,
Pierde el feral hombre la cura,
Ante la mirada pura
De aquella dama en el olvido.

Brisa gélida se abraza
A la mujer y la convierte en castidad,
Separándola de aquel navío
Para llevarle al mar sombrío
Quien en plena soledad silente
Acalla el llanto en navidad.

La barca vuelca
Con una mar en picada,
Un sujeto surca
El viento, el mar, y la tonada
La escucha para sus adentros...

¿Quién te ha dicho a ti, imbécil,
Que podrás contra los vientos?
Nada al fondo, nada y nada,
Cabello y cuello jala y jala,
Exhalando de aire fuertes bocanadas
Y así se arrastra, 
Hasta la superficie,
El cuerpo frágil que en especie
Es más un témpano que un hada
-¡Y mírate, "malvado"! ¡Ahí estás!.

Se reclamaba así mismo,
Siendo hijo del abismo,
Con su desalmado toque,
Contempla revivir el cuerpo ahogado
A salvo, dentro del bote.

El tiempo ahí se ha congelado,
Se pierde en azules luceros,
Un poco cálidos y más sinceros,
Un poco errantes y más funestos.

Ella sujeta presta la solapa,
De su chaqueta en cuero se abraza la doncella,
Brotando el llanto de la bella Azucena
Que impregna pronto al joven Salvador.

"--¡Ya no me sueltes, te lo ruego, mi señor¡".
En tanto fúricos los ojos como las llamas,
Enardecido elucubra venganzas
De todo tipo, a quien le halla aventado,
A aquella flor desde el navío.

Más...

Ella va en postre de todos sus pensamientos
Emite tibios y cándidos argumentos:

--"A esta vida ya no le pertenecía,
Mi vida de un sentido ya me la carecía".

Expone al hombre sus penas entre sollozos;
Desde que parte con su enamorado,
Dejando sola a la vieja de su madre,
Hasta que huye de la casa del casado
Después de contemplar a aquella esposa con su bien amado.

Toma aquel viaje
Y en medio de las tempestades,
Se arroja y suelta la vida al marino
Rey de las profundidades,

"--Y luego tú, por mí viniste…"
"-Ferviente es mi deseo
De que desee estar aquí".

Así es la vida con la muerte
En sus danzas interminables.

"-¡Llévame a mí!-"
El hombre a la muerte dijo.

Aparecióse de ipsofacto
La blanca túnica aperlada,
Mira la ausencia de malicia,
La escena toda es gran delicia.

Blandiendo impávida su ósea mano
Convierte al acto y al escenario
En un segundo interminable;

Un óleo perpetuo era aquella escena,
Retrato amargo de la castidad de un hombre
En la presencia inerte de la mujer amada.

--¿Porqué te aferras
A salvar a un impío?
¿No ha sido extenso el daño
Que se labró a sí mismo el bravío?--
Pregunta el diablo Yesareth.

-Yo sé que tú comprendes
Lo que es la gravedad en calma,
Pues aunque aquí lo niegues,
Tú no vienes por su alma-
Le contesta el buen ángel Abdiel.

--Saltemos juntos al navío
Y resolvamos como antaño
Antes de que quien los mate sea el aire frío,
Enviemos pues al hombre, a Nazareth--.

-¿Escucho acaso tu amorío?
¿Extrañas tanto a tu enemigo
Que sin él sientes vacío?-
Refuta sin pasión el ángel.

--Si ella expira, aciago el día
Y aunque me veas siendo huraño,
Aquí ese hombre ¡Será mío!--.

-¡Deja las trampas, indomable!
Que ella aún exhala vida
Y tú como siempre en el engaño;
Aquel hijo de Adán dejó de ser sombrío
¿Pretendes que el Amor
Sea algo inexplicable?
¿No ves que por su fe
aquel hombre se ha hecho mío?-.

La pálida presencia
desaparece en un susurro,
Llevándose a una seña
toda experiencia de su hierro,
No deja muescas la guadaña
Al parecer, hoy no hay entierro.
--Según se ve mi buen Abdiel, 
Te la has pillado;
Ha sido ella otra vez,
Hasta los ojos me ha purgado;
Esperanzado estaba 
de otra carnicería
¿Acaso debe perdonarse
al violento insaciable?--.
-Espera viejo diablo,
Por tu tiempo bendito,
Tendrás formas mas siniestras
Para de nosotros vengarte-.
--Consérvate pues el premio
Que me has ganado en noche fría--.
-Me complace tu cortesía,
Mis respetos a tu padre-.

Ángel y Diablo
Se esfuman dejando esencia,
Flotan al aire
Y van mezclándose en frecuencia
Sus vibraciones con la Eva
Y ese hombre
Que permanecen en cubierta,
Abrazados;
Mujer y hombre,
Con un beso enamorado
Entre miradas dicen tanto
Que el frío cortante a puñaladas,
De sus cuerpos desaparece
Al ser por una tripulación
Bien rescatados.



@manuelbrito59
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